El Perú es un país con una enorme tradición taurina; no me cansaré de afirmarlo y reconocerlo. Más aun cuando surge por allí algún desubicado parlamentario que por ganar cámaras y titulares en los diarios locales, anuncia un proyecto de ley para prohibir las corridas de toros en el Perú.
Ahora se trata del congresista por Gana Perú, José Urquizo, quien presentó su proyecto tanto a la Comisión de Cultura como a la de Educación, y en ambas comisiones se inhibieron de dictaminarlo. Es decir, su propuesta no ha logrado eco en el parlamento y habría que recordarle por qué.
Primero, porque el Perú es un país libre y democrático en donde existe el pleno derecho a participar tanto de actividades públicas como privadas, siempre y cuando no vayan en contra de las leyes establecidas por la Constitución del Estado ni sean actos reñidos contra la moral. Este no es el caso de las corridas de toros.
Segundo, porque la tauromaquia es un espectáculo que no solamente se ofrece en la plaza de toros de Acho, sino en todo el país. Se calcula que al año se realizan alrededor de 800 corridas de toros en todo el territorio nacional. Recientemente se realizó la corrida en honor a la Virgen de la Inmaculada Concepción, en Puno, a 4,400 metros sobre el nivel del mar.
Y, tercero, porque la industria taurina en el Perú promueve diversas actividades paralelas y en los últimos años, pese a la insistencia de los movimientos antitaurinos, logra cada vez un mayor número de aficionados que se dan cita a cuanto lugar donde se produzca un encierro taurino.
Finalmente, habría que recordarle al congresista Urquizo que el parlamento nacional está para legislar sobre temas de interés nacional que se encuentran encarpetados por años. Una revisión de todos estos expedientes, que duermen el sueño de los justos, no sería un mal ejercicio para el parlamentario en lugar de buscar cámaras y figuración a costa de una actividad tradicional y legalmente establecida.
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